jueves, 4 de febrero de 2016

La militancia en la organización de nuevo tipo

Por Javier Elorriaga Berdegué

Los que estamos embarcados en la enorme tarea de construir una organización política de nuevo tipo, que se oriente bajo la idea zapatista de hacer política sin plantearse la toma del poder, que no acepte seguir las viejas reglas y calendarios de la clase política, que busca acompañar y no vanguardizar a nuestro pueblo en sus luchas, nos enfrentamos a un problema igual de mayúsculo que el demostrar que se puede hacer política sin aspirar o suspirar por el poder: la militancia dentro de esa organización que día a día se está construyendo, es decir, las relaciones sociales que se dan entre un grupo de compañeras y compañeros que han decidido trabajar y convivir juntos para lograr una serie de objetivos políticos. Sin una militancia también de nuevo tipo, es imposible hablar de una organización política que se quiere de nuevo tipo y por lo tanto de una práctica política consecuente con esta caracterización. Es por eso que en este artículo de Rebeldía quiero reflexionar un poco sobre la militancia en una organización de nuevo tipo.

Lo primero que podemos decir acerca de la militancia es que ésta tiene que ser asumida de una manera conciente y voluntaria por cada miembro de la organización política. Y aquí conciente y voluntaria significa comprender y aceptar no sólo los objetivos políticos de la organización, sino también, y fundamentalmente, la práctica política que cada militante de la organización debe de seguir. Y más cuando decimos que la organización que queremos construir, la queremos zapatista, es decir, una organización que basa "su acción no sólo de acuerdo a un análisis teórico, sino también y sobre todo, de acuerdo a lo que consideramos es nuestro deber". (SCI Marcos, El mundo: siete pensamientos en mayo de 2003).

Cuando decimos que queremos construir una organización de nuevo tipo, es porque pensamos que las formas organizativas que a lo largo de la historia se ha dado la izquierda para transformar la realidad, ya no funcionan como tales en el momento histórico que vivimos. No echamos por la borda todo lo que se ha hecho ni decimos que nada funcionó, no es que las demás organizaciones de izquierda sean malas o no sirva lo que hacen, es simplemente que pensamos que hay que construir de otra manera para que algún día la mayoría pueda decidir libremente su destino, por eso queremos intentar nuevas formas organizativas, por eso estamos construyendo una organización en específico y no queriendo reformar la práctica de las ya existentes. Igual nos equivocamos y nunca logramos lo que queremos, pero tenemos el derecho de intentarlo. Salirse de la lógica del poder, de su tablero y de su calendario, y a la par construir teniendo en mente que se está sembrando para que otros sean los que cosechen, sólo se puede hacer con humildad, paciencia histórica y la seguridad de que lo que estamos construyendo es correcto, aunque no se vean los frutos en el corto plazo. Seguramente el militante tendrá que oír a lo largo de su vida muchos "así no se puede", "por ese lado sólo te aíslas y no pesas políticamente", "la gente no te hace caso si no les planteas algo más concreto", "si no tienes una propuesta acabada para qué te va a escuchar la gente", "sin poder no cambias nada", etc. Por eso el militante tiene que estar muy conciente de que no sólo está luchando contra el actual sistema de explotación y exclusión, sino sobre todo de que tiene que luchar con otras herramientas y bajo otras reglas que las que el poder ha impuesto. Y en tanto que esas reglas apenas las está construyendo, muchas veces su actividad lo hará no sólo enfrentarse al Poder, sino a recibir las críticas más fuertes por parte de quien también está luchando, con viejas reglas y métodos, contra ese mismo poder.

Así pues, el militante se puede encontrar con que su forma política de actuar la mayoría de las veces no es entendida, ni compartida, por otros luchadores. Pero eso en realidad no debe causarle muchos problemas si su conciencia y la práctica política de su organización lo fortalecen en el trabajo diario. De hecho, las críticas las tiene que escuchar y analizar para no caer en la soberbia de pensar que todo lo que hace es correcto y no puede aprender nada de los demás, lo que lo alejaría poco a poco ya no de otras organizaciones, sino del pueblo mismo con quien debe estar siempre caminando hombro con hombro.

Pero aparte de estas razones, hay otra más por la que el militante tiene que estar muy claro del camino que voluntariamente escogió. La construcción de una organización rebelde, que busca realmente ayudar a destruir el actual sistema de explotación y exclusión que vivimos, llevará a que tarde o temprano esos mismos miembros vivan no sólo las formas más directas de represión por parte del Estado, sino muchas presiones más del propio sistema político, económico y social en que dicha organización y sus militantes se mueven. A lo largo de la historia se ha demostrado que la represión abierta en sí no puede terminar con la rebeldía, siempre quedará alguna semilla y alguien dispuesto a cultivarla. No sucede lo mismo con otras armas que adquiere el sistema, tal vez menos directas, pero igual de destructivas a la larga y que, por lo menos en nuestro país, son las que han destruido a la mayoría de las organizaciones que buscaban cambiar de fondo las relaciones políticas, económicas y sociales: hablamos de cómo el sistema político se va refuncionalizando conforme el tiempo transcurre y cómo en esa refuncionalización va aplicando métodos de cooptación frente a quienes lo combaten, logrando así ir incorporando poco a poco a la oposición, primero en su práctica, y después en su conciencia, al sistema mismo, hasta quitarle toda posibilidad real de rebeldía y por lo tanto de transformación radical de la realidad. Engullirlas pues, sin necesidad de masticarlas. ¿No fue lo que logró el sistema político mexicano, con dos representantes que ejemplifican muy bien estas mismas caras del Poder, Reyes Heróles y Gutiérrez Barrios, uno con la guerra sucia, las torturas y desapariciones, el otro con la "legalización" de varios grupos políticos, en la década de los setenta y ochenta del siglo pasado? Represión e incorporación, igual de letales en sus objetivos contra la oposición al sistema.

El camino es pues muy difícil para el rebelde. Es por eso, precisamente por eso, que quien decida militar en una organización de nuevo tipo, rebelde, que esté dispuesta a no jugar en el tablero del poder, tiene que estar muy conciente de que será, más que un actor político, un sembrador de semillas, es decir, que los frutos de su rebeldía y de su lucha tal vez no los llegue a ver, que no hay recompensa pues, más que la satisfacción del deber cumplido. Y eso se puede decir muy bonito, pero si no se tiene plena y concientemente asumido, es sumamente difícil cumplirlo día a día en el trabajo que implica construir una organización política que no lucha por el poder, pero sí por "iniciar, seguir, acompañar, encontrar y abrir espacios para algo y para alguien, nosotros incluidos." (SCI Marcos, El mundo: siete pensamientos en mayo de 2003).

Por eso la segunda cosa que le da su esencia a la militancia es que ésta es mucho más que una cuestión individual. Si bien se parte de una convicción individual, la militancia tiene que entenderse, y sobre todo practicarse, como una actividad colectiva. Si realmente entendemos que el rebelde siembra las semillas para un fruto que otros recogerán, entenderemos también que con unas cuantas semillas no basta, que hacen falta muchos sembradores para que nuestros intentos algún día fructifiquen. Por eso el rebelde individual es muy encomiable y una necesidad como punto de partida, pero el rebelde se tiene que organizar junto con otros rebeldes y confiar en que si uno cae, muchos más seguirán. La confianza en el otro es del mismo calibre que la confianza de un futuro mejor para todos. Si en momentos dados no podemos dejar de lado lo que pensamos que es correcto y escuchar lo que otros están diciendo, comprendiendo que al igual que nosotros no ganan nada para sí mismos con esta lucha puesto que están sembrando para un futuro que no les tocará, entonces tal vez seremos muy rebeldes, pero seguiremos llevando en la médula el viejo sistema que intentamos destruir, ese que está basado en el individualismo, en el mejor presente individual sin importar para nada el futuro colectivo; nuestras semillas estarán marchitas pues. La militancia entonces tiene que ayudar a que el rebelde escuche, más que hable; consense, más que imponga; acompañe, más que vanguardice.

La militancia necesita entonces irse construyendo en colectivo, en un proceso que va íntimamente ligado al proceso mismo de construir la organización que se quiere de nuevo tipo. Se llega a la organización con muy buena voluntad, pero ahí dentro, junto con los demás compañeros y compañeras hay que ir aprendiendo a ser un militante de nuevo tipo, a ir construyendo y fortaleciendo lo que llamamos el espíritu de cuerpo. Tal vez algunas ideas que teníamos choquen con la realidad organizativa, entonces hay que tener confianza en el colectivo para ver porqué sucede esto, en lugar de inmediatamente decir que las cosas están mal y que hay que cambiarlas. Una vez más, la confianza en los otros es fundamental para este proceso, precisamente para poder incorporar la disposición y el trabajo de cada uno de sus integrantes, evitando así copiar otra de las esencias del sistema social que queremos cambiar, es decir, la estratificación de las personas, que unas valgan más que otras. En una organización política siempre existe el riesgo de que aquellos militantes que más tiempo tienen para el trabajo político y organizativo, empiecen a decidir por los demás, degenerando esto en que al final unos pocos hablan y deciden y todos los demás que sólo escuchan y acatan, o bien decidan salirse, o hacer una corriente interna para entonces intentar también decidir y que otros acaten, o quedarse simplemente en una actitud vegetativa que a la corta lleva a la organización a perder cualquier posibilidad de incidir en un cambio real de las cosas.

Y es aquí donde el planteamiento zapatista de mandar obedeciendo ayuda a que la militancia colectiva pueda ir respondiendo a los problemas organizativos y políticos que se le presentan en la lucha política diaria, de una manera práctica y concreta pero sin caer en las viejas formas de ir conformando una dirección alejada de los demás miembros de la organización, que va acaparando para sí todas las decisiones que el colectivo tenga que tomar en un momento u otro. La diferencia entonces con otras organizaciones formadas en la práctica y la teoría de la izquierda tradicional del siglo XX, no es si algunos dentro de la organización toman o no decisiones que involucran a todo el colectivo, sino la manera en que estas decisiones se toman. En la organización de nuevo tipo que se quiere construir, las decisiones no las toman individuos con base en sus intereses o creencias personales, sino con base en los criterios colectivos que la misma organización va desarrollando, en un proceso continuo de consultas y elaboración de consensos entre la mayoría de los miembros de la misma. Aquí no se relegan las decisiones de los militantes en una dirección, sino que se van adquiriendo responsabilidades que conllevan compromisos colectivos y por lo tanto los militantes que en determinadas ocasiones tienen que decidir algo, lo único que están haciendo es operativizar los acuerdos colectivos, es decir, están mandando obedeciendo. Y como este mandar obedeciendo tiene límites y contrapesos colectivos claros y establecidos, no se puede hablar de una dirección tradicional, sino de una serie de niveles organizativos que ayudan a que la organización se construya y haga su trabajo político de la manera más colectiva posible.

Por eso mismo también, la militancia tiene mucho de disciplina, no sólo la individual, exigirnos cada vez más para ser mejores, sino también la colectiva. Sí, ya sé que a muchos rebeldes les da tirria cuando oyen la palabra disciplina, por todas las connotaciones que tiene con el Poder al cual estamos desafiando. Pero aquí hablamos de la disciplina militante en una organización de nuevo tipo, es decir, de una disciplina que es también colectiva y se basa simple y sencillamente en una presión colectiva para cumplir con los acuerdos también colectivos. Y no estoy hablando de estatutos, sanciones, comisiones de honor y justicia y herramientas por el estilo que nos recuerdan a las organizaciones políticas en las cuales no queremos participar, por eso estamos intentando construir una que sea de nuevo tipo, sino en una que al igual que la militancia, nace del individuo de forma voluntaria y conciente, pero se realiza desde el colectivo. Si yo digo que voy a hacer algo, tengo que aceptar que los demás me digan que estoy mal si no lo estoy haciendo, pues lo mismo haré yo con cualquiera que no esté cumpliendo con su palabra. Cuando entro a la organización acepto sus principios políticos y éticos, su práctica, la forma en que se está construyendo, la forma en que trabaja con nuestro pueblo para construir la rebeldía y la resistencia y entonces, al ser parte de todo ese proceso, entiendo también, y por lo tanto practico, una disciplina militante, que no implica la opresión sobre el otro, sino simplemente la obligación de cumplir con nuestra palabra dada, confiando en que el colectivo lo único que hará será exigirnos ese cumplimiento. La militancia pues conlleva disciplina organizativa, es decir colectiva, no solamente buenos deseos individuales. Por eso mismo, quien no respeta los acuerdos colectivos, quien está más dispuesto a hablar que a escuchar, a vanguardizar que a acompañar, puede sentirse un rebelde, pero no es un militante de una organización de nuevo tipo y es ahí donde la disciplina militante del colectivo le tiene que ayudar a ver si de verdad quiere seguir construyendo junto con los demás o seguir su camino propio.

La militancia entonces, al igual que la construcción de la organización, tiene que verse como un proceso, como algo que se va adquiriendo de manera personal y colectiva, que se asume de manera conciente y voluntaria, que nos fortalece como organización y nos ayuda a irnos convirtiendo nosotros mismos en mejores seres humanos. Es pues, una tarea de enorme complejidad, pero además es la única posibilidad para que la construcción de una organización política que se quiere de nuevo tipo, realmente lo sea. Y es también, por cierto, un proyecto de vida, algo que no se puede ir separando entre horas de chamba militante y horas de vida civil, ni un uniforme que se cuelga al salir de la chamba para usarse de nuevo al día siguiente; no, cuando la militancia es verdadera, es permanente, las 24 horas, y al igual que sus sacrificios, nos trae también muchas recompensas, ni más ni menos que el irnos transformando en mejores seres humanos.

Texto publicado en la revista Rebeldia:
http://revistarebeldia.org/

No hay comentarios:

Publicar un comentario